El despertar
EL DESPERTAR DEL ANTROPOCENTRISMO
Por fin el despertar de la ciencia está resurgiendo de las cenizas de lo inamovible, sacudiéndose tímidamente del antropocentrismo que desde siempre ha estado envuelta otorgando al ser humano único como especie y rey de la vida sobre la Tierra. Pero los avances sobre todo movidos por investigadores jóvenes que tienen miras abiertas, sin prejuicios, rompiendo la urna acorazada en la que se había convertido el llamado mundo científico, dan alas a la esperanza. Esos senderos blindados por los que nadie podía salir de lo estipuladamente marcado a riesgo de ser considerados acientíficos y ser apartados e ignorados por sus compañeros conservacionistas, está llegando a su fin.
En este contexto, decenas de científicos respaldan la posibilidad real de que muchos animales tengan cosnciencia. Las religiones deben admitir este nuevo paradigma que se nos ofrece con estudios ampliamente comprobados y de trabajos independientes entre sí, que uniéndolos y analizando los datos existentes, no queda otra que reconocer lo que hace una década era impensable y hasta absurdo.
Durante años se sabe que loros, cuervos, urracas, perros, delfines, elefantes, grandes simios entre muchas otras especies, poseen comportamientos que demuestran son seres sensibles, con capacidad de sentir, comprender, actuar por sí mismos resolviendo situaciones donde la inteligencia es parte fundamental de sus acciones. Existen incluso investigaciones en las que demuestran que muchos insectos están dotados de consciencia, al igual que todos los vertebrados incluidos reptiles, anfibios, peces o moluscos como los cefalópodos y también los crustáceos.
Si uno observa a los insectos como las hormigas u otros animales que vemos en la naturaleza, no como meros seres que pululan por su hábitat, sino con verdadero interés observando lo que hacen, porqué lo hacen, qué interés tienen en hacerlo, que consiguen con ello…, y muchas otras preguntas que cualquier amante de la naturaleza se pueda preguntar, veremos que todo lo que hacen es debido a un fin y que sus comportamientos son la esencia de un sentir, que tienen objetivos a realizar, que saben resolver problemas adversos que se les presenta, que poseen una estructura definida y lógica de organización, que sufren si son heridos por cualquier circunstancia, que tienen empatía.
Sabemos que los homínidos no humanos o grandes simios (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes), los más cercanos a los humanos y de los que compartimos un mismo ancestro común, poseen numerosas capacidades cognitivas iguales a las humanas. El reconocimiento de estos valores que ya están siendo reafirmados incluso a nivel judicial por sentencias en los que se les declara personas no humanas y seres sintientes con derechos, son los que han abierto el camino a otras especies.
Es por ello, que ha surgido “La declaración de Nueva York sobre la Consciencia Animal”, que está siendo firmada por numerosas personas expertas de primer nivel mundial en la conciencia humana, así como otros expertos e investigadores relevantes.
Tres son los puntos de amplio acuerdo entre los firmantes de la citada declaración:
*Existe un fuerte respaldo científico para las atribuciones de experiencia consciente a otros mamíferos y aves.
*La evidencia empírica indica al menos una posibilidad realista de experiencia consciente en todos los vertebrados (incluidos reptiles, anfibios y peces) y muchos invertebrados (incluido, como mínimo, moluscos cefalópodos e insectos).
*Cuando existe una posibilidad realista de experiencia consciente en un animal, es irresponsable ignorar esta posibilidad en las decisiones que afectan a ese animal. Deberíamos considerar los riesgos para el bienestar y utilizar la evidencia para informar nuestras respuestas a estos riesgos.
Entre los objetivos de esta declaración, está el de transmitir el entusiasmo por la ciencia emergente de la consciencia animal y fomentar trabajos al respecto. Una masa crítica de personas se atreve a estudiar la conciencia animal de manera rigurosa y sistemática. Por otro lado, fomentar la reflexión sobre el bienestar animal. Si existe una posibilidad realista de que un animal sea consciente, como por ejemplo con los grandes simios o que los pulpos puedan sufrir, entonces esta posibilidad merece consideración en contextos políticos.
El documento finaliza en que los formuladores de políticas deberían tomar medidas razonables para mitigar los riesgos para el bienestar de todos los vertebrados y muchos invertebrados a medida que los investigadores buscan mejorar nuestra comprensión sobre ellos.
Otros estudios realizados para entender el lenguaje de las ballenas jorobadas, han logrado tener una conversación con una de ellas que han puesto de nombre Twain, durante 20 minutos en su propio lenguaje saludándose. Esta increíble hazaña que ha pasado desapercibida, está demostrando que muchas otras especies que conviven con nosotros y que hasta hace poco solo las utilizábamos para nuestra beneficio explotándolas y considerándolas “cosas”, son seres inteligentes con vidas propias, con sentimiento, con conciencia de sí mismos y con ganas de vivir como los humanos.
El rey maorí y otros líderes indígenas del Pacífico, se han unido para firmar la “Declaración para el Océano” en la se insta al reconocimiento legal de las ballenas como personas jurídicas con derechos inherentes y personalidad jurídica. Dicen ser una declaración para las generaciones futuras y que nuestros descendientes merecen heredar un océano repleto de vida, donde los cantos de las ballenas sigan resonando en toda su vasta extensión. Además aseguran que sus canciones son el latido del océano y su presencia refleja la fuerza de nuestra propia esencia espiritual y se proclaman los guardianes naturales de las costas.
En la “He Whakaputanga Moana”, así llamada en maorí la citada declaración, hacen un llamado a la acción de todas las naciones del mundo. Su objetivo es establecer áreas marinas protegidas. También aboga por entrelazar el conocimiento indígena maorí con la ciencia, creando de esta forma un papel crucial para las comunidades polinesias para la conservación de las ballenas.
Este tratado se ha inspirado en la Ley Urewera de 2014 en Nueva Zelanda que otorgó personalidad jurídica al bosque Te Urewera. También existe un movimiento para nombrar a las ballenas embajadoras oceánicas ante las Naciones Unidas, igual que la existencia de una petición ha dicho organismo por parte de Proyecto Gran Simio para una declaración universal de los derechos para los grandes simios.
Pero aún hay más y tal vez sea lo más sorprendente. Estudios científicos sugieren que las plantas poseen una forma de inteligencia en las que pueden resolver problemas y adaptarse para tomar respuestas inmediatas. Científicos como Stefano Mancuso, autoridad mundial en el campo de la Neurobiología vegetal o los científicos ya desaparecidos como Peter Tompkins o Christopher Bird, en su trabajo publicado “La vida secreta de las plantas”, nos muestra la realidad oculta del Reino vegetal, especies que a pesar de encontrarse en el último eslabón que los humanos les hemos puesto, son sin embargo imprescindibles para la vida de todos los seres vivos, por lo tanto, son el motor, el corazón, las venas y el alma de nuestra existencia.
Las plantas emiten un sonido de angustia de alta frecuencia cuando sufren estrés ambiental o daños a sus hojas o tallos. Los estudios demuestran que las plantas pueden ser capaces de contar, tomar decisiones, reconocer a sus parientes e incluso recordar eventos. Estamos descubriendo un mundo desconocido, que poco a poco ha sido abierto por valientes científicos y que están demostrando la gran capacidad de adaptación, resistencia y de inteligencia que tienen las plantas. Una de las últimas investigaciones provino del estudio de las varas de oro, que son flores que se encuentran en América del Norte, Europa y Asia. En ella se observó como cuando los escarabajos se la comían, la planta de inmediato emitió una sustancia química que informó al insecto que la planta era una mala fuente de alimento.
Existen ya numerosos estudios y publicaciones que nos adentran a este mundo fascinante y que a pesar de ser seres que no se mueven o lo hacen muy lentamente, en otro espacio de tiempo, poseen recursos para valorar la vida que la rodea y tomar decisiones inteligentes para beneficio propio o de sus amigos vecinos, resolviendo problemas basándose en la información que obtienen del entorno con miras a un objetivo particular.
En un bosque, cuando estalla un incendio, inmediatamente y a través de las raíces y sustancias químicas, se van comunicando los unos a los otros que se preparen para resistir las llamas y poder antes de que llegue el fuego, producir una sustancia que pueda protegerlos mejor del embate destructivo del fuego, llegando incluso la llamada de emergencia a kilómetros de distancia, al otro extremo de la masa arbórea.
Algunos biólogos equiparan los sistemas vasculares de las plantas con los sistemas nerviosos centrales, proponiendo que algún tipo de estructura centralizada en la planta les permite manejar información y elaborar respuestas para adaptarse al entorno. Otros estudios dejan claro que el sistema radicular de las plantas, que lo componen las raíces que pueden ser primarias, secundarias o adventicias, son esenciales en el comportamiento de las mismas. Son su cerebro.
Este mundo fascinante de los seres vivos no humanos está comenzando a resurgir de las cenizas del antropocentrismo, rompiendo esquemas donde los humanos eran los principales actores de nuestro planeta y donde se observa que todo está conectado en un gran equilibrio que nada deja de ser importante en este planeta lleno de vida.
Con la crisis climática y el aumento de las temperaturas y olas de calor que sobre todo soportan las ciudades, de nuevo los árboles salen a nuestro paso para protegernos y formar un escudo que nos proteja de las altas temperaturas que se agravan en el efecto rebote del asfalto. En su último libro “Fitópolis”, Stefano Mancuso nos dice que: “Que desde la ciencia hasta la filosofía, desde la economía hasta la protección del medio ambiente, en todos los ámbitos de la actividad humana, las plantas representan cero, el no valor”. Pero sin embargo, son ellas las que nos dan de comer, las que nos regalan el oxígeno para poder vivir, las que alimentan a todos los seres vivos de los ecosistemas terrestres. Las ciudades deben de recurrir a los árboles, llenar sus calles de nuestros amigos arbóreos, de entrar la biodiversidad en el asfalto, de fomentar los espacios verdes, tejados vegetales y jardines verticales. De no hacerlo, sufriremos las consecuencias. Esta red de unión con la naturaleza en todos sus ámbitos, es necesaria para nuestra supervivencia.
“Dado que sin plantas no podría haber vida animal, son la esencia misma de la naturaleza, la realidad fundamental de la vida en nuestro planeta. La naturaleza es la esencia misma de las cosas, lo que hace que las cosas sean lo que son, y como tal, es independiente de la voluntad humana”, nos dice Stefano Mancuso.
Todos estos estudios con seres vivos no humanos y con el reino vegetal, entrando y conociendo sus mundos, sin duda rompen un hito en la ciencia actual que junto con la inteligencia artificial, van cayendo columnas del antropocentrismo y abriendo nuestro conocimiento a la comprensión y empatía, al conocimiento y los valores de otras especies diferentes a la nuestra con las que estamos unidas en una misma cadena, un eslabón único, donde el respeto, la admiración, la protección y comprensión, deben ser las verdaderas raíces de nuestra existencia. La ciencia ha comenzado abrir los ojos, tarde pero sin duda de una forma definitiva y audaz, que rompe los esquemas donde todo fluía entorno al ser humano y ahora el ser humano es uno más y no el más importante de los que fluye entorno al Reino vegetal.
Todos los seres vivos sienten, sufren, de una manera o de otra y es por ello que debemos cambiar terminologías como “cosas” cuando se refieren a los animales y dotarlos del sentido que se merecen. No vale ocultar estos sentimientos para así poder mirar hacia otro lado y seguir con prácticas de abuso y poder como los que están cautivos en los zoos explotándolos bajo falsas creencias de estar conservando especies o los que son torturados hasta su muerte en plaza de toros bajo el escudo incomprensible de la cultura.
La ciencia tiene que seguir demostrando que lo que hasta ahora eran peticiones de animalistas extremistas e inconformistas con la sociedad, se conviertan en el germen de la esperanza para un mundo más equitativo con todos los seres vivos del planeta. El despertar del mundo de la ciencia que derrote ampliamente el antropocentrismo, debe ser el objetivo moderno del siglo XXI. Tomar soluciones inmediatas donde se vean implicados los sistemas políticos en relación a la vida animal y vegetal, debe ser el reto que nos haga a los seres humanos ostentar la dignidad necesaria para que nuestras mentes acepten lo que la ciencia está comenzando a demostrar.
No podemos ser escépticos ante los avances de estudios donde sólo he mostrado la punta del iceberg. Tenemos que tener nuestra mente abierta al conocimiento y sobre todo a la empatía entre especies, al universo mismo de la vida y a la necesaria caída del “yo”, para convertirse en “todos”, en una nueva pirámide estructural de la vida donde el ser humano, el homo sapiens, es una especie más y no la más importante, en la cadena biológica de nuestro planeta.