Latido verde: La sabiduría olvidada

Programa semanal "Reflexiones de un Simio" Enrique Indio Coria
Latido verde: La sabiduría olvidada

Reflexiones de un Simio

 Latido Verde

 La sabiduría olvidada de las plantas y el respeto perdido

Ahí, justo donde los humanos ya no miran… nace la vida. Bajo la tierra húmeda, en los rincones del bosque, en las grietas de una roca, un latido verde persiste. No es un corazón como el nuestro, pero late.

Late en las hojas que se abren al sol, en las raíces que se abrazan bajo el suelo, en los árboles que se comunican entre ellos a través de redes invisibles de sabiduría. El mundo vegetal no grita. No corre. No invade. Pero sostiene, equilibra, respira por todos.

Las plantas son los pulmones del planeta, los tejados de los bosques, las cuidadoras invisibles del aire, del agua, de la fertilidad. Y sin embargo…
¿en qué momento dejamos de verlas como vida para convertirlas en objetos?

 A su lado, nos creemos superiores.

Nos autoproclamamos seres inteligentes, capaces de conquistar la luna, pero incapaces de escuchar a una semilla germinando.

Despreciamos las llamadas “malas hierbas” sin comprender que muchas de ellas son sanadoras.

verde

Arrasamos los bosques para sembrar asfalto, sin saber que cada árbol caído es una conversación menos en el gran lenguaje de la Tierra.

Porque sí, las plantas hablan. Se alertan unas a otras cuando un insecto las ataca. Se cuidan entre ellas. Ceden alimento por las raíces a quienes lo necesitan. Tienen memoria, y algunas toman decisiones según su entorno. Son sabias. Son sensibles. Son mucho más de lo que jamás imaginamos.

Pero vivimos de espaldas a ese conocimiento.

Los pueblos indígenas, guardianes del equilibrio, sí lo saben. Ellos acarician las hojas antes de cortarlas. Piden permiso al bosque antes de entrar.
Agradecen a la planta por su medicina, por su fruto, por su sombra.
Porque han comprendido algo que el mundo moderno ha olvidado:
las plantas no son cosas. Son seres. Y merecen respeto.

 ¿Dónde quedó nuestra conexión con ellas? ¿En qué rincón del alma perdimos esa mirada de asombro ante un helecho desplegando su espiral perfecta? ¿Por qué arrancamos flores sin pensar en la herida que dejamos atrás? La industrialización ha vestido al mundo de gris, de plástico, de ruido.

Y mientras nuestros edificios crecen hacia el cielo, nuestras raíces se pudren.
Sin plantas, no hay vida. Sin ese latido verde, el corazón del planeta se detiene. Sin ellas, no hay agua que purificar, ni aire que respirar, ni clima que equilibrar. Y sin embargo, siguen ahí. Resistiendo. En cada grieta del cemento, en cada rincón silvestre que el ser humano aún no ha conquistado. Las plantas siguen ofreciéndonos todo. Sin pedir nada a cambio. Con una generosidad que nos debería avergonzar. Y aún así…las tratamos como mobiliario. Las usamos como decorado. Las arrancamos, las ignoramos, las convertimos en esclavas verdes de nuestros jardines estériles Pero ellas son más que eso. Son las guardianas del tiempo. Son el susurro antiguo de un planeta que fue bosque mucho antes de que llegaran nuestras ciudades. Son el principio y serán el final.

verdes1

 ¿Queremos salvar la Tierra?

Empecemos por mirar con otros ojos a las plantas. Dejemos de tratarlas como recursos y comencemos a verlas como maestras. Recuperemos la relación sagrada que los pueblos originarios aún mantienen.

Eduquemos a nuestros hijos no solo a sembrar, sino a respetar lo que siembran.
Protejamos las especies silvestres. Y dejemos de arrancar vida por simple estética o comodidad. La selva no necesita ser comprendida para ser protegida.

Una hoja no requiere que le demos un nombre científico para merecer cuidado.
El latido verde no busca aplausos.

Solo pide que lo dejemos seguir latiendo.

  Reflexión final

Volver al respeto por las plantas no es un gesto romántico.
Es un acto de supervivencia. Es una deuda pendiente con los verdaderos constructores de la vida Es el inicio de una nueva conciencia. Si aún late algo verde en este mundo, es porque ellas no se han rendido.
Y mientras sigan brotando, aún hay esperanza.

Escucha al árbol.

Escucha al musgo.

Escucha a la vida que no hace ruido.

Ahí encontrarás las respuestas que tanto buscas.

 El reino vegetal es el pilar invisible pero esencial que sostiene toda la vida en el planeta. Los árboles, con sus copas extendidas hacia el cielo y sus raíces ancladas en lo profundo de la tierra, son verdaderos alquimistas del aire: absorben el dióxido de carbono y nos devuelven oxígeno, ese soplo vital que todos los seres vivos necesitamos para existir. No solo purifican la atmósfera, sino que regulan el clima, protegen los suelos, conservan el agua y dan refugio a millones de especies. Cada bosque es un pulmón colectivo, una catedral viva donde se celebra el milagro de la existencia. Sin plantas, simplemente no podríamos respirar, ni alimentarnos, ni sobrevivir. Ellas nos preceden, nos sostienen y, si no cambiamos, nos sobrevivirán.

 

Latido Verde

No tiene voz,
pero canta con el viento.
No tiene pies,
pero abraza el firmamento.

Sus hojas tiemblan
cuando el sol las acaricia,
y en su savia
duerme la memoria de la Tierra.

Fue antes que nosotros,
y sin ella no seremos.
Da sin pedir,
cura sin esperar,
vive sin hacer daño.

Y la llamamos cosa.
Y la talamos.
Y la olvidamos.

Oh árbol, oh raíz,
oh flor silvestre entre el escombro…
Perdónanos por no verte,
por no escucharte,
por arrancarte de la vida
como si la vida no fueses tú.

Tu aliento es el nuestro.
Tu sombra, nuestro consuelo.
Tu existencia…
el susurro eterno de un planeta
que aún cree en nosotros.

Hoy vuelvo a ti,
latido verde,
madre sin rostro,
sabia sin altar.
Prometo defenderte,
honrarte,
amarte
como lo hacen los pueblos del alma antigua.

Porque sin ti,
no hay mañana.
Y sin mañana,
no hay perdón.

  

WENUM MAPU MEU – VOLVER A LA TIERRA