Atrapado

Cuando la noche en su silencio, resurgen profundas preguntas de tu existencia
Atrapado

28 - enero - 2025

Me siento atrapado por el tiempo. Por los años que pasan, por las canas blancas que avanzan como aludes imparables y de las arrugas de mi piel cansadas que se transforman en profundos barrancos insalvables. Intento no pensar y buscar mil maneras de ocupar el silencio de mis ojos. Pero no soy inmortal y sé que en pocos años llegaré al umbral  de mi existencia, a la luz que nos lleva a otro lugar inexplorado por mi alma. Temo dejar todo lo que amo. Los bosques, mis nuevos luceros de mi corazón, mis reinas del universo, el arco iris que cambia de colores, mis amigos lejanos, mi lucha por la vida y mis recuerdos.

A veces, la soledad te rodea en momentos puntuales, en la noche silenciosa, en los versos escondidos y en las palabras calladas. A veces, una lágrima empaña mis ojos cristalinos bajo el flujo de un manantial salado.

Es entonces cuando esos recuerdos fluyen como torrentes imparables, como olas gigantes que llevan en su cresta la espuma de la nostalgia, el amor que tiembla en mi tintero vacío.

No sé que tiene la noche cuando los sueños ocupan el control de tu mente y te llevan a lugares lejanos con historias perdidas, en sobresaltos que a veces se transforman en pesadillas que te hacen despertar con el corazón palpitante y el alivio de no ser real lo vivido...¿O sí?

Me siento atrapado porque deseo que las horas se congelen, que el reloj biológico pare, que los días sean eternos, que el sol no se vaya para dejar paso a la luna y ésta a un nuevo día. ¿Pero entonces qué le pasaría al astro de la noche? ¿Y las estrellas que no podrían verse? ¿Cómo sería el día eterno sin que existieran luces en el firmamento o contemplar un hermoso atardecer? Cuando ves por tu ventana el nacimiento de la luz que da vida a la Tierra, ves en ello la esperanza de un nuevo amanecer con el bello canto de los pájaros que cantan alegres al nuevo día que comienza.

Entones… ¿Estoy atrapado? ¿Deseo que se pare el tiempo? No. No tengo derecho a parar el mundo por mi egoísmo. La vida de niños y niñas y de las generaciones futuras, deben seguir su curso y tener el derecho a vivir lo que yo he vivido. No tengo derecho a quejarme de las canas que han conquistado mi cuerpo en un avance imparable de la realidad profunda de mi existencia.

He recorrido un largo camino y quiero seguir haciéndolo en el sendero de la vida, en la aventura que me ha tocado vivir, con lo bueno y lo malo, con las sonrisas y las lágrimas, con los logros y fracasos, con ilusiones y tristezas. Soy como el búho en la noche que canta a las estrellas, al cosmos, que extiende sus alas y sueña que sus plumas sean los versos que arropan  mi ser.

Según escribo, mis propias palabras alientan mi sentir, se compadecen y acarician, me acompañan como fieles compañeras  de mis sentimientos profundos y me animan a mirar de frente el tiempo que marca los minutos y las horas de mi largo caminar. Y es entonces, cuando la felicidad alumbra como un gran faro las lágrimas que el viento se lleva y en las que en cada una de ellas, va mis temores y mi libertad.